25 de octubre de 2011

Entrenamiento a la Pavlov

Pavlov y su perro. Imagen que flota en el internet.
Ivan Pavlov estaría orgullosísimo de mi en este momento. Finalmente me reconozco enteramente condicionada. Es una pena que el condicionamiento en este caso sea negativo, pero es un hecho, soy todo un éxito en el laboratorio de las reacciones humanas.

Pero explico a qué me refiero. Esta mañana, hace un rato, salí de casa hacia un café que queda muy cerca. Había decidido salir de casa para tratar de terminar de corregir (no ya los ensayos de mis alumnos, sino los ejercicios de escritura que hicieron  en clase). El buzón de correo me queda de camino a la calle, así que abrí el buzón y me encontré un sobre de la CCWH, una asociación de mujeres historiadoras que anualmente ofrecen dos becas para estudiantes de posgrado. Como recientemente hice la solicitud, en cuanto ví el sobre me empezó a latir muy rápidamente el corazón...

te equivocas, querido lector. No era la emoción de recibir tan pronta respuesta otorgándome el reconocimiento. De hecho, me quedaba claro que no podía ser, pues sé que la respuesta vendrá en diciembre o algo así. Mi reacción física fue de angustia y tristeza, pensé que seguramente, una vez más me habían rechazado para una beca o alguna otra de esas zanahorias que nos ofrece la vida académica.

Eso me trae a la memoria una charla que tuve con la profesora que ha sido la mejor consejera en mis estudios de doctorado. Un día, después de haber recibido alguna negativa a no-recuerdo-qué, le preguntaba yo si algún día estos momentos de rechazo, que suenan a personales aunque no lo sean, dejan de dolernos. Para mi sorpresa, la profesora me miró y sonrió. "No, nunca... pero uno se acostumbra", me contestó sin dejar de sonreir.

Es posible que hoy cuente como un paso más hacia el acostumbramiento al rechazo académico que de vez en cuando nos toca vivir. Sin embargo, no me queda la menor duda que también hay momentos de gloria: la aceptación de ensayos para un panel en un congreso, la publicación de un artículo, las eventuales becas que uno sí recibe, las menciones que hacen otros académicos de nuestras ideas, la construcción conjunta de una comunidad.

En efecto, fue un momento de reconocimiento que me hace saber que puedo ver ambos lados de la moneda... y el canto también.

P.D.: La carta que recibí no tenía nada que ver con un rechazo o una aceptación, era el recordatorio para renovar la membresía anual. Pero igual, qué cosas ¿no?

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