Así como me siento, con todo el cansancio y la sensación de debilidad junta, no me queda de otra que escribir sobre algo que me parece inevitable reconocer. La academia, este sistema de enseñanza-aprendizaje hiper-jerárquico que más parece un molino de cerebros que otra cosa, resulta ser vampírico en el sentido marxista del término. Ya sé que sueno totalmente ridícula, pero déjenme explicarles y ya verán que no me he vuelto loca.
Cuando cursamos la escuela primaria, secundaria y preparatoria no pensamos demasiado seriamente en qué será nuestro futuro. A veces, hacia el final de la preparatoria, empezamos a considerar qué nos gustaría hacer. La verdad es que uno va a la universidad porque sueña en llegar más allá... de no sé qué, la verdad. Supongo que la ilusión de un mayor conocimiento nos lleva a someternos a un proceso de constricción institucional. Pero terminamos la licenciatura con relativamente poca información o formación, como queramos llamarle.
Si después del jardín de niños sigue la escuela primaria y de allí hay una ruta marcada, pareciera ser que después de una licenciatura uno debería seguir estudios de posgrado. Y uno cae en esa trampa... o en creer que hay una ruta pre-establecida. Aunque francamente no tengo experiencia del posgrado en México o en otros países de América Latina, me queda claro que ser un estudiante de posgrado en los Estados Unidos te vuelve la mosca que alimenta a la araña, que alimenta al ratón, que alimenta al gato... y que finalmente Renfield se come en espera de lograr succionar la vida de todos estos seres.
Sí, Renfield es el paciente psiquiátrico, personaje de Drácula. En su encierro y espera del regreso de su amo (el dador de vida eterna, o de una apariencia de vida eterna), este pobre hombre se dedica a cazar moscas para alimentar a las arañas... bueno, para qué repetir la cadena trófica. Así, los alumnos de licenciatura son los que pagan las colegiaturas más altas para ser enseñados, en las universidades norteamericanas privadas y dizque públicas, en aulas gigantescas y sólo tienen contacto real con los asistentes de los profesores. Y sí, adivinaron muy bien, esos son estudiantes de posgrado.
Y al terminar nuestra tesis doctoral, empezamos una carrera enloquecida, el escalafón para obtener un puesto de profesor asistente, asociado y, al final, titular. Este proceso es, regresando a la imagen de Renfield y Drácula, una apariencia de vida eterna. Sólo apariencia porque si bien las moscas (alumnos de licenciatura) son el "alimento" de las arañas (los alumnos de posgrado), éstos son la fuente de energía de los ratones (los profesores asistentes y asociados) que requieren de la vitalidad de las arañas para escribir el famoso libro que les otorgará la titularidad. Ser titular es, en todo caso, ser como Renfield... no como Drácula.
Drácula, en realidad, sería un ser irreal (no que sea real en la novela, ni mucho menos) o una construcción imaginaria, para ponerlo en otras palabras. Drácula y sus mujeres son la burocracia educativa que dependen de que haya moscas, arañas y ratones para subsistir, pero que se olvidan que si los dejan exangües no hay sustento para nadie. El sistema universitario requiere de alumnos y profesores, no de administradores. Sin alumnos y profesores, una universidad es una empresa cualquiera. Una universidad sin administradores es una escuela como las de la Antigüedad o las primeras universidades europeas.
Me pregunto, entonces, si yo me siento tan agotada porque el sistema universitario (que en este momento es tan parasítico y vampírico) me está dejando totalmente sin sangre... ¿será? De una imagen similar hablaba Marx, en El capital (Vol. I, Cap. 10, Sec. 1), "Capital is dead labour, that, vampire-like, only lives by sucking living labour, and lives the more, the more labour it sucks" [El capital es trabajo muerto que, como un vampiro, sólo vive al absorber el trabajo vivo y vive más cuanto más trabajo chupa].
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