No importa qué tan acostumbrada esté a escribir, siempre que me encuentro frente a una "página en blanco" me pregunto qué quiero decir. Vale la pena aclarar algo para comenzar: no me refiero a escribir como un acto mecánico que empecé a manejar por ahí de los cinco años, estoy hablando de poner palabras en orden para ser leídas por mí o por otros. Para mis casi inexistentes lectores, les cuento que yo solía escribir los consejos amorosos para una revista dedicada a mujéres jóvenes. Ahora mi público es relativamente diferente, aunque tampoco estoy muy segura quién me lee.
En fin, la mecánica de escritura en mi caso es la siguiente: Primero que nada, me preparo abriendo una página nueva (o una pantalla, como es en este diario). Respiro hondo y pienso, "¿qué era lo que yo quería expresar hoy?". Resulta que a veces, durante el día, pienso que sería buenísimo escribir en mi blog acerca de esto o de aquello, sin embargo me olvido al final. Yo sé, siempre nos sucede... o casi siempre. El siguiente paso es elegir el tema: hoy, por ejemplo, mi tema es cómo escribo. Un poco meta-narrativo, el tema de hoy, pero interesante. De hecho me recuerda a La nuit américaine de F. Truffaut, eso de escribir acerca de escribir... o filmar sobre una filmación. El penúltimo paso es imaginar que alguien "me escucha" mientras yo escribo, porque esto de la escritura es un proceso de comunicación con un muy claro propósito. Para terminar, releo lo escrito tomando en cuenta de que mi lector NO ESTÁ ADENTRO DE MI CEREBRO, así que no puede adivinar hacia donde me dirijo en mi texto. Esto se lo digo y se lo repito a mis estudiantes, aunque no necesariamente me hacen caso (claro, si no son mis hijos).
Hoy, la entrada a mi diario es breve, es sólo una reflexión sobre el proceso de hacer este diario. Es, por decirlo así, una mirada al interior de mi proceso.
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