31 de agosto de 2011

Temas sangrientos VI

La relación entre mujeres y narraciones de vampiros en el siglo XIX es un tema que me apasiona. Ya se ha mencionado que Mina Harker, personaje femenino poco tradicional parte de Dracula, está relacionada con la "New Woman". Por ello, no es sorprendente que los personajes literarios de la época victoriana tardía, particularmente las mujeres en los relatos de vampiros hagan una crítica directa o indirecta a los ideales de verdadera feminidad que aparecen junto con el culto de la domesticidad. Mary E. Braddon y Anne Crawford no son una excepción, con lo mencioné en mi entrada anterior.

Tampoco es sorprendente que Eliza Lynn Linton (1822‑1898), quien fue públicamente una virulenta anti-feminista pero en el ámbito privado una mujer emancipada y sin ataduras a ningún hombre, haya explorado el tema de los vampiros en su relato "The Fate of Madame Cabanel" (1880). Sin embargo, a diferencia de Braddon y Crawford, rechaza la existencia de los vampiros y propone que se debe a que "el progreso no había llegado" a los simples, ignorantes y supersticiosos que creen en vampiros.

Lo más llamativo es que, en este relato, E. L. Linton también hace referencia a los "otros", los no-ingleses. Aquí, el "otro" es el poblador ignorante y supersticioso de Bretaña, aunque el vampiro como tal no existe. Quien es considerada una vampira es una joven inglesa que se casa con el hombre más notable del pueblo. Los elementos que la hacen ver como una vampira, según los habitantes de Pieuvrot, son los labios rojos, las mejillas rosadas y los hombros regordetes. En cambio, ellos son "swarthy, ill-nourished, low of stature and meagre in frame [de piel oscura, mal alimentados, de baja estatura y de pocas carnes]".*

Por último, es importante considerar que el error de Fanny Campbell (Madame Cabanel) es ser una húerfana y encontrarse fuera de su entorno. Ella es una joven común, sin dinero ni romances secretos en su vida, una institutriz abandonada por sus empleadores en París. El único que puede salvarla es Jules Cabanel, pero él tiene que salir de Pieuvrot unos días y, al volver, encuentra que la han asesinado. De manera similar a Bella (en "Good Lady Ducayne"), las jóvenes huérfanas son víctimas en un país extraño; pero en este caso no hay ningún inglés que procure su salvación.

"The Fate of Madame Cabanel" no es un cuento de vampiros como tal, sino más bien una crítica a la popularidad que dichos relatos llegaron a tener, junto con las novelas góticas y otros romances que tanto critica Herbert Stafford en "Good Lady Ducayne".

*Nota: Las traducciones del inglés al español son mías.

30 de agosto de 2011

Temas sangrientos V

Cuando empecé el doctorado en literatura comparativa imaginé que dejaría el tema de los vampiros por la paz. Hacía años que venía yo estudiando novelas y cuentos de vampiros, demasiados años. Pero, a pesar de todos mis esfuerzos volví a la carga. Y aquí sigo, pensando en los temas centrales de estos textos.

Los cuentos de Mary E. Braddon y Anne Crawford, mencionados ayer, siguen siendo motivo de mis cavilaciones. En ambos relatos el salvador es un joven inglés que defiende a la víctima (en el caso de "Good Lady Ducayne") o que intenta salvar a su amigo (en el caso de "A Mystery of the Campagna"). Pero, más allá de las similitudes ya referidas, los trabajos de Braddon y Crawford giran alrededor de temáticas y/o perspectivas bien diferentes.

Uno de los temas centrales de "Good Lady Ducayne" es la dificultad que tienen las mujeres para mantenerse y protegerse cuando no tienen un hombre que vea por ellas. La protagonista es una joven huérfana de padre que ofrece sus servicios a través de una agencia de empleo, pero no tiene experiencia laboral alguna ni conocimientos suficientes para llevar a cabo ninguna tarea remunerada. Lo único que tiene es su aspecto rozagante, es decir, tiene suficiente salud para utilizada por Lady Ducayne como fuente de juventud. Ahora bien, si aparentemente Mary Braddon planteaba que las jóvenes deberían tener alguna forma de estudios para poder defenderse en el mercado laboral a través de las circunstancias de la protagonista, la apariencia se esfuma cuando es necesaria la intervención de Herbert Stafford para salvarle la vida a la ingenua Bella.

Por otro lado, "A Mystery of the Campagna" no trata de jóvenes mujeres víctimas de sus circunstancias. Este relato más bien pone en primer plano las relaciones amistosas (homoeróticas) de tres jóvenes europeos que visitan Italia en su Grand Tour*. Desde luego también Mr. Stafford en "Good Lady Ducayne" está haciendo su propio Grand Tour cuando conoce a Bella, aunque en su caso es más bien por razones de salud (de su hermana). Pero en ambos casos la visita es a Italia, lugar que proporciona un trasfondo exótico y antecedentes históricos que se remontan a la antigüedad. Esta antigüedad es la que termina con Marcello, pues en su obsesión artística y búsqueda de lo remoto se halla frente a las catacumbas en que está el sarcófago de Vespertilia. Así, este cuento pareciera poner en evidencia que las mujeres son quienes separan a los hombres de sus más queridos amigos (y quizá más que amigos) y traen al mundo moderno los males de otros tiempos. Es más, la única otra mujer joven del relato de Crawford es una monja que "was a singularly tall and strong looking woman with piercing black eyes and a self-controlled manner. Strange to say she bore the adopted name of Claudius, instead of a more feminine one [era una mujer particularmente alta y de aspecto fuerte con penetrantes ojos negros y una actitud controlada. Era extraño que llevara como nombre Claudius en lugar de uno más femenino]" (Dobson, et. al. The Witching Time: Tales for the Year's End, 137; las itálicas son mías).

Sarcófago en que se muestra "El triunfo de Dionisio y las estaciones" llevado a Inglaterra por el tercer duque de Beaufort. Fuente: Museo Metropolitano de Arte.
Podría concluirse que ambos cuentos de alguna manera refieren al lector al tema de la mujer en un momento histórico en que las mujeres buscan mejorar sus circunstancias. Justamente es en esta época cuando las mujeres de clase media y alta en Europa y los Estados Unidos intentan obtener el voto y la remoción de las leyes que no permitían que las mujeres tuvieran propiedad.

¿Será casual que estas dos escritoras utilizaran el relato con vampiros? Es probable que no. Sin embargo, espero que quede suficientemente claro que Braddon y Crawford no parecen compartir perspectivas ideológicas. Aunque ambas se refieran, abiertamente o por omisión, a la mujer.

*Nota: Este vínculo lleva a una exposición realizada en el Museo Getty de Los Ángeles que no sólo contiene una breve explicación de lo que es el Grand Tour, también ofrece imágenes diversas y demás información.

29 de agosto de 2011

Temas sangrientos IV

Tengo que reconocer que eso de escribir sobre vampiros realmente me sienta bien. Es como si una agradable corriente eléctrica fluyera a través de mí. Me emocionan particularmente las nuevas aproximaciones al tema del vampiro, pero siempre me causan placer las anteriores. Este es el caso de "Good Lady Ducayne" de Mary E. Braddon (1837-1915), cuento escrito en 1896. Vale la pena recordar que Bram Stoker escribió Dracula en 1897, es decir que Braddon no fue influenciada por Stoker como tampoco lo fue Anne Crawfrod (quien escribió "A Mystery of the Campagna" en 1886).

Una de las diferencias más importantes entre el cuento de Braddon y la novela epistolar de Stoker es la ubicación del "otro". En el caso de Dracula, como ya había yo mencionado antes, queda claro que Drácula proviene del área ocupada en la tardía edad media y la temprana edad moderna por el Imperio Otomano, o por lo menos de esa "zona de contacto". Una zona de contacto, para precisar a qué me refiero, es un término acuñado por Mary Louise Pratt en Ojos imperiales para referirse a espacios sociales en donde dos o más culturas se encuentran, chocan y entran en conflicto, a menudo en un contexto de relaciones de poder altamente asimétricas como puede ser una situación colonial o de esclavitud, o a continuación de tales circunstancias. Así, la zona de contacto en "Good Lady Ducayne" no está localizada en Europa del este, en la frontera con los otomanos, sino en Italia.

Es notorio que también el cuento de Crawford tiene una localización similar. El misterio, que evidentemente se relaciona con un caso de vampirismo, tiene lugar hacia el sur de Italia en el área conocida como Campagna. Y si bien ambos cuentos ubican al "otro" en Italia, el o la vampiro no necesariamente son italianos. Particularmente en el cuento de Braddon, Lady Ducayne es una mujer inglesa que se mantiene joven gracias a las transfusiones que le hace su médico italiano. Aunque el vampiro resulta ser Lady Ducayne, el villano es Parravicini pues es él quien aplica sus conocimientos médicos con fines inadecuados.

A diferencia de este cuento, la víctima en la narración de Crawford es un hombre francés con nombre italiano, Marcello Souvestre. En este caso, el vampiro también es una mujer de nombre Vespertilia (Vespertilionidae es una de las familias de los murciélagos). Y digo también porque Ducayne es un vampiro, aunque pasivo. No obstante, Parravicini es un médico decimonónico y Vespertilia es una superviviente de la antigüedad. El conflicto en el cuento de Braddon podría reducirse al encuentro entre la modernidad inglesa contra la superchería italiana. En cambio, el nodo narrativo en Crawford va más allá de a la caracterización de diferentes nacionalidades europeas, la amenaza proviene de otro momento histórico que permanece bajo tierra y reaparece cuando un francés bohemio se tropieza con el más allá.

¿Será posible que las escritoras del siglo XIX que produjeron narraciones de vampiros estuvieran particularmente interesadas en el papel de la mujer como agresora? ¿Y qué decir representar al vampiro en una zona relativamente periférica, sin llegar a amenazar de manera directa el entramado social como sucede en Dracula? Pero de esto se tratarán las siguientes entradas.

26 de agosto de 2011

Depresión preparto

Estoy en un proceso poco conocido para quienes no se encuentran en este proceso, pero muy conocido entre los candidatos doctorales y demás estudiantes de postgrado: sufro de depresión preparto. Sí, aunque no me lo crean, tengo todos los síntomas de depresión preparto. Dice un sitio sobre embarazos que "para muchas mujeres el embarazo puede ser una etapa maravillosa mientras que para otras puede significar un período de angustia y depresión difícil de sobrellevar. Según las últimas investigaciones el 10% de las mujeres embarazadas sufren de depresión, especialmente entre las semanas 6 y 10 del embarazo y durante el tercer trimestre, cuando el cuerpo se prepara para el parto y el nacimiento del bebé."

No, no estoy inventando nada. Los síntomas, por demás conocidos para los estudiantes de postgrado en vías de escribir la tesis doctoral, son los siguientes: 
Tristeza persistente 
Cambios repentinos de humor 
Sentir que nada es divertido 
Falta de concentración 
Ansiedad 
Irritabilidad 
Problemas para dormir 
Cansancio extremo 
Deseos de comer en todo momento o no comer nada
 Y todo esto es totalmente cierto para nosotros y nosotras mientras estamos a punto de escribir un nuevo capítulo, hemos juntado casi toda la información necesaria y sólo nos queda empezar con el trabajo de parto. Y sí, tristeza porque no podemos dedicarnos a no hacer nada. Cambios de humor, pues de sentirnos emocionados con las nuevas ideas pasamos a la inseguridad total, pensando que no tiene ninguna importancia nada de lo que pensamos. Y, digo yo, ¿en dónde queda la diversión entonces?  Evidentemente, porque tenemos problemas para dormir debidos a la ansiedad, nos falta concentración y sufrimos de cansancio extremo. Evidentemente, como bien se sabe en el medio, los estudiantes de postgrado subimos repentinamente de peso por comer casi compulsivamente cosas poco saludables o directamente perdemos mucho peso por la ansiedad (y la falta de tiempo).

Creo que tengo más o menos claro el capítulo para el cual he estado investigando. Casi termino de juntar todas las piezas del rompecabezas y estoy a punto de llegar al momento de armarlo. Es como tener la palabra en la punta de la lengua, tengo las ideas en las puntas de los dedos.

23 de agosto de 2011

Decisiones de escritura II

Llevo un par de días sin escribir nada en mi diario. No es que me haya impuesto la escritura cotidiana, pero por algo se llama "diario" digo yo. Lo que sucede es que después de tres entradas sobre Dracula mi vida real se complicó un poquito. Como dicen en los Estados Unidos, TMI. Pero tengo una visita NADA inesperada, muy deseada y le he dedicado mucho más tiempo del que a veces tengo.

Sin embargo sigo trabajando en mi tesis doctoral y hoy he estado pensando justamente en las decisiones que tengo que tomar sobre el nuevo capítulo que estoy iniciando. Lo primero que hice con el capítulo anterior, y también con este, es hacer un poco de investigación histórica para tener una base argumentativa sólida. Si bien mi capítulo anterior se trataba de los problemas de identidad y conversión en una zona de contacto cambiante, el capítulo que ahora me ocupa se relaciona con la política exterior de una nación en formación.

¿Qué quiero decir? El capítulo anterior analicé las instancias en las que el traductor castellano se separa de su "original" francés y que se relacionan con la conversion, el bautizo y la instrucción religiosa. Sobre todo esta última es necesaria para que una conversión no sea sólo un ritual sino un proceso de cambio profundo. Así, encuentro que existe una identidad inestable, que de alguna manera pertenece a ambas religiones (la cristiana y la musulmana), o quizá sea mejor llamarla identidad intermedia o transitoria.

El capítulo en que ahora estoy trabajando tiene que ver con elementos textuales que el traductor castellano modificó relacionados con la geopolítica de los reinos ibéricos. Por geopolítica entiendo las relaciones espaciales entre dos o más entidades políticas (naciones, reinos, condados, etc.), así es que estudio cómo estos elementos textuales nos refieren a problemas de política exterior de los reinos de Castilla, Aragón, León y Valencia (y el condado de Cataluña).

Lo que seguirá será decidir cuáles ejemplos voy a utilizar para armar mi argumento. Así que desapareceré nuevamente para hundir la nariz en mis dos textos básicos, el castellano y el francés, y buscar en dónde están sus diferencias.

20 de agosto de 2011

Temas sangrientos III

Esta será mi última nota sobre Dracula por ahora, ya que voy a darle paso a otros vampiros quizá menos conocidos. La parte que más me llama la atención de la polifonía de voces en el texto, y que mencioné ya alguna vez, es el silencio de los vampiros y sus asociados. Quizá no resulta muy evidente, pero quienes tienen la palabra en el libro son Seward, los dos Harker, Van Helsing e incluso Lucy antes de volverse "The Bloofer Lady". Drácula, Renfield y las tres mujeres que viven en el castillo no tienen voz propia, sus discursos nos son referidos por aquellos que sí tienen voz. Esto provoca que el "invasor" (aquí sigo a Stephen Arata, a quien ya mencioné en mi primer entrada sobre Dracula) sea asociado eventualmente no con el poder, sino con quienes no lo tienen.

Tradicionalmente, quienes no tienen voz suelen ser las mujeres, las minorías raciales (o los grupos étnicos que no son normativos, por decirlo de otro modo), los minusválidos, las clases más empobrecidas, etc. Por ello resulta muy interesante considerar la propuesta que hace Arata cuando habla del temor de la colonización revertida: en Dracula la periferia invade el centro imperial, pero aquél que viene de la periferia (es decir Drácula) tiene carencia de voz (por lo mismo, de poder) aunque genera tal desasosiego a la sociedad victoriana. En otras palabras, aunque Drácula proviene de la periferia imperial, y hasta se podría decir que por eso mismo, el poder que tiene sobre el centro es enorme. Pero la posición de Drácula es feminizada en cuanto no tiene voz propia sino los demás "hablan por él".

También es importante considerar que Drácula representa, además de la referencia al Imperio Otomano que ya había yo incluido en una de mis notas previas, un momento histórico diferente en donde el poder no necesariamente está vinculado a nociones de raza pues el término no se usa sino en relación a la crianza de animales (particularmente caballos) y, en algunos casos, a formas despectivas dirigidas a otros credos (judíos, musulmanes e incluso herejes).

La siguiente nota creo que volveré al tema de los musulmanes, pero en relación a otros vampiros, ya veremos.

18 de agosto de 2011

Temas sangrientos II

Aunque no voy a tener oportunidad de escribir mucho en esta entrada de mi diario, quería comentar que Dracula podría haber sido puesta en escena en el teatro. De hecho, Bram Stoker se dedicaba a las artes escénicas. Es evidente este detalle porque gran parte de la acción sucede en escenas cortas, referidas por medio de cartas y demás, como ya mencioné en mi entrada anterior.

Una de mis versiones favoritas del libro es El teatro de Drácula de Edward Gorey, que pueden ven en el vínculo que proporciono aquí. Sin embargo, también me gusta la versión fílmica que hicieran bajo el nombre de Nosferatu, dirigida por F.W. Murnau en 1922 (el vínculo lleva a una versión completa de la misma). Recuerdo haber leído (y me falla la memoria en dónde) que Murnau no pudo utilizar el título del libro, pues estaba aún bajo disputa de la viuda de Stoker.

Esta es mi colaboración del día para el tema de los vampiros.

Temas sangrientos I

Anoche, mientras escribía la entrada del diario, estaba pensando que sería una buena idea incluir una nota sobre algún cuento, novela, película o poema que esté relacionada con vampiros. ¿Por qué vampiros si está tan de moda? Para los que me conocen bien, saben que mi interés por los vampiros va mucho más allá de modas académicas o de películas juveniles.

Comencé hace muchos años usando Dracula de Bram Stoker para ejercitar una herramienta de análisis, todo esto como tesis de licenciatura. Y si bien Drácula no es el vampiro más fascinante en el imaginario de los siglos XIX y XX, creo que vale la pena comenzar con este texto pues se ha vuelto el paradigma del vampiro.

Como muchas personas saben, Dracula fue escrita por un irlandés. No es una novela tradicional, pues en realidad está compuesta de cartas, entradas en un diario de viaje, recortes de periódicos y apuntes de casos clínicos. La trama la va armando el lector a partir de estos fragmentos narrativos, generados casi todos ellos por personajes del texto. Sin embargo, no es un rompecabezas que requiere intervención del lector (o una decodificación). Stoker ha procurado mantener una progresión temporal lógica, por lo cual se ha llegado a representar este relato como si fuera univocal y no heterofónico, usando el término de Bajtin (este enlace lleva a un texto al respecto de las ideas de este teórico).

Se ha estudiado Dracula más allá del cansancio, porque representa la popularización del vampiro como lo conocemos actualmente. Es un personaje que se alimenta de sangre, no tiene reflejo en los espejos, duerme dentro de un ataúd; pero también se transforma en lobo y en bruma, controla las condiciones meteorológicas y tiene un grupo familiar (hijas, hermanas o esposas, nunca queda del todo claro). No queda claro que no pueda estar bajo el rayo del sol, aunque Van Helsing dice que durante el día es mucho más débil.

Bram Stoker creó un personaje a partir de un señor feudal medieval tardío, que se ancla en los terrores europeos más profundos: la invasión del Imperio Otomano. Por ello, el hecho de que Drácula provenga de una región controlada en algún momento por los turcos otomanos ha llevado a Stephen Arata a hablar de colonización reversa en su artículo The Occidental Tourist (1990, publicado después en The Horror Reader, 2000). Aunque Vlad Tepes era acérrimo enemigo del sultán, su representación decimonónica ha quedado para siempre asociada con el "otro".

Y como decían en las series de televisión de mi infancia, "esta historia continuará..."

17 de agosto de 2011

Decisiones de escritura

No importa qué tan acostumbrada esté a escribir, siempre que me encuentro frente a una "página en blanco" me pregunto qué quiero decir. Vale la pena aclarar algo para comenzar: no me refiero a escribir como un acto mecánico que empecé a manejar por ahí de los cinco años, estoy hablando de poner palabras en orden para ser leídas por mí o por otros. Para mis casi inexistentes lectores, les cuento que yo solía escribir los consejos amorosos para una revista dedicada a mujéres jóvenes. Ahora mi público es relativamente diferente, aunque tampoco estoy muy segura quién me lee.

En fin, la mecánica de escritura en mi caso es la siguiente: Primero que nada, me preparo abriendo una página nueva (o una pantalla, como es en este diario). Respiro hondo y pienso, "¿qué era lo que yo quería expresar hoy?".  Resulta que a veces, durante el día, pienso que sería buenísimo escribir en mi blog acerca de esto o de aquello, sin embargo me olvido al final. Yo sé, siempre nos sucede... o casi siempre. El siguiente paso es elegir el tema: hoy, por ejemplo, mi tema es cómo escribo. Un poco meta-narrativo, el tema de hoy, pero interesante. De hecho me recuerda a La nuit américaine de F. Truffaut, eso de escribir acerca de escribir... o filmar sobre una filmación. El penúltimo paso es imaginar que alguien "me escucha" mientras yo escribo, porque esto de la escritura es un proceso de comunicación con un muy claro propósito. Para terminar, releo lo escrito tomando en cuenta de que mi lector NO ESTÁ ADENTRO DE MI CEREBRO, así que no puede adivinar hacia donde me dirijo en mi texto. Esto se lo digo y se lo repito a mis estudiantes, aunque no necesariamente me hacen caso (claro, si no son mis hijos).

Hoy, la entrada a mi diario es breve, es sólo una reflexión sobre el proceso de hacer este diario. Es, por decirlo así, una mirada al interior de mi proceso.

16 de agosto de 2011

A petición de David Martín del Campo...

En junio de este año estuve de visita en la Ciudad de México, mi odiada y querida Chilangolandia, el nodo de mis pesadillas e inseguridades, la mina de donde surgieron mis más preciadas dotes. En fin, el DeFectuoso es el lugar que me vio crecer y me dio amistades, conocidos, familiares de cariño, además de dolores y sinsabores. Y allí estaba yo, hace unos meses, atendiendo asuntos con mi madre por lo que estuvimos dos semanas enteras en la ciudad. En un principio yo ni quería ir, pero al final de cuentas la pasé de maravilla.

Uno de tantos amigos que vi durante mi estancia en la "chinanpa en un lago escondido" fue David Martín del Campo, a quien me reencontré azarosamente merendando chimichangas en uno de los restaurantes que visito cada vez que voy al D.F. Después de los saludos de rigor, quedamos de vernos antes de que yo regresara a mi "casita". Tras un par de correos electrónicos, David y yo quedamos de desayunar en un lugar que yo había visto pero no conocía. Ah, claro... olvidé ponerlos al tanto, este es David Martín del Campo.
 
Durante el desayuno David me hizo un regalo, una pregunta y una propuesta. El regalo fue un libro que devoré casi inmediatamente. La pregunta fue si alguna vez escribiría yo mis memorias, a lo cual respondí que lo dudaba. Creo que tamaño escritor no se imagina las cosas que se me ocurriría escribir a mi, en caso de poner en blanco y negro mis recuerdos.  No es porque me hayan pasado demasiadas cosas sino porque, como dice Luca Prodán, mejor no hablar de ciertas cosas.

La propuesta, sin embargo, creo que la voy a poner en práctica pronto. Voy a escribir un cuento sobre una bruja... a ver qué sucede.

12 de agosto de 2011

Cuando la realidad nos da limones

Dice el dicho que, cuando la realidad nos da limones, hagamos limonada. Y sí, se podría hacer limonada, pero uno requiere agua y azúcar además de limones. Hoy fue un día de esos, de muchos limones. Como todas las mañanas, leí mis correos electrónicos en mis múltiples cuentas (la de la universidad y dos personales), revisé qué novedades había en facebook... y ahí estaba, el primer limón:

A la madrugada, cerca de veinte hombres armados y vestidos como policías entraron por la fuerza a la casa de una persona que yo no conozco, en la ciudad de México. Entre los actos de prepotencia, encañonaron a esta persona y a su esposa. Y sí, obvio que la policía ni respondió a la llamada... y les robaron algunos objetos. Como dice la esposa, tienen suerte de estar vivos.

No pude resistir el nudo en la garganta, se me salieron las lágrimas. No sé qué me duele más, o qué me causa más horror: que estas cosas sigan pasando en México o que no podamos hacer nada para cambiarlas. No pude evitarlo, le mandé un correo a esta persona diciéndole que lamentaba mucho lo que le había sucedido, aunque yo no lo conozca y él no me conozca. Mi hija, cuando leyó el relato de los sucesos, también tuvo la misma reacción que yo. No dudo que en alguna parte se alegró de ya no vivir en México, pero no lo dijo, como yo tampoco me atreví a pensarlo en un primer momento.

El siguiente limón llegó al saber que mi asesora doctoral se lastimó la espalda. No es grave, la verdad sea dicha. Pero lamento que no esté bien. Este no es un limón que me amargara el día, simplemente estaba ya "lloviendo sobre mojado".

Acabo de recibir el último limón. Mi mejor amigo, a quien mi hija considera su tío, uno de mis amigos de más tiempo, está enfermo. Pero no es la enfermedad la que me irrita, sino que los médicos le recetaron un antibiótico que debería estar prohibido porque le ha causado una reacción secundaria severa (una neuropatía grave, quizá irreversible). No lo entiendo, quienes se supone velan por la salud de las personas están atentando contra su salud. ¿Qué sucede con este mundo?

Si alguien se encuentra azúcar y agua por ahí, ¿me las manda para hacer limonada?

9 de agosto de 2011

Un nuevo capítulo, otra canción

Así decía la canción, ¿o me equivoco? Claro que me equivoco, ya recuerdo ahora... era "another suitcase in another hall". Pregúntenle a mi hermana, si no es cierto. Pero esa era una canción de "Evita" (el musical de Andrew Lloyd Webber y Tim Rice). Pero cuando pensé hace un rato en un nuevo capítulo no pude evitar la confusión, finalmente se trata de otra valija en otro lugar. O bien, otro capítulo en mi tesis doctoral.


Hoy, por fin, decidí que el capítulo que venía escribiendo sobre conversión y bautizo en "La historia del emperador Carlo Magno..." está terminado. La princesa, si hace su aparición en el documento final, tendrá que hacerlo en otro capítulo en compañía de Amiote, la reina Isabel de Castilla y su hija Juana. Eso se verá más adelante. Por lo pronto, es hora de dar este capítulo por terminado y dejarlo en paz.


Mañana, en algún momento por la mañana, reinicio el proceso: Investigación sobre antecedentes históricos de los problemas principales que estudiaré en el capítulo, relectura de las fuentes primarias y selección de pasajes a analizar, revisión y relectura de artículos y capítulos de libros sobre el tema, búsqueda de fuentes primarias paralelas (crónicas contemporáneas a mi texto, por ejemplo), etc. Es un proceso maravilloso, creativo, que me llena. Luego vendrá el poner orden a mis ideas. Esto es lo que hago, ésta es una bitácora de mi labor creativa.

7 de agosto de 2011

Al borde...

hoy, el extremo es el agotamiento... y la sensación de estupidez. No todos los días sucede esto, por suerte. Hay días en que incluso me siento inteligente. Pero hoy no es uno de esos días. Hoy me ataranté.

Habráse visto tamaña quemadura que me he puesto. Organicé un almuerzo en el parque, con una compañera del doctorado, una exalumna de ambas, el novio de ésta y mi hija. Llevé de todo, desde comida hasta una cobija para sentarnos en el pasto. Elegí un lugar bajo los árboles para evitar el sol... y así y todo me quemé.

Eso sí, de la disertación hoy no tengo nada que decir. Tendré que dedicarle un par de horas más a pulir el capítulo sobre conversión y bautizo, pero este ya está prácticamente listo. Hasta en eso estoy al borde...

6 de agosto de 2011

Está triste la princesa...

Ayer estuve discurriendo sobre Floripes, la princesa ambivalente del texto que estoy analizando como parte de mi tesis doctoral. Hoy, tristemente, he decidido que la princesa no puede ser parte de la tesis. No estoy segura, en realidad, quién es la triste. ¿Será la princesa por no aparecer en mi tesis o yo por tener que ponerla al margen, hasta que mi tesis se convierta en un libro? Imagino que Floripes ya no tiene voz ni voto sobre quién la estudia y qué dice de ella. Así que la triste soy yo.

Lo que he aprendido durante mi proceso de escritura es que hay cosas que sí permanecen en la tesis, mientras que otras pasan a una carpeta titulada "extras". No hay manera de incluir todos los elementos que pueden ser analizados, porque sería (como el psicoanálisis) interminable. Lo que uno termina haciendo es elegir las batallas (con lanza, espada, ballesta o teclado), buscando aquellas que funcionen mejor para apoyar un argumento específico. Así, la princesa ha tenido que quedar en la carpeta de "extras" por lo pronto.

Junto a la princesa han quedado también los bebés gigantes, hijos de Amiote. Por suerte ellos van a salir a pasear en mayo próximo, cuando sean parte de un panel durante el congreso de Kalamazoo. De hecho, fui parte de quienes propusieron este panel pensando justamente en este par de gigantes. También comparten la carpeta con los bebés y Floripes caballos de batalla, sarracenos partidos en dos hasta el ombligo, elementos mágicos (como pociones, ropajes y reliquias) y los gigantes monstruosos. Seguramente, durante el proceso de escritura de tesis, se irán anexando algunos otros.

Aunque, una vez tomada la decisión de que la princesa no participará en el producto final de la tesis, yo estoy mucho más contenta... a pesar de que la princesa esté triste. Eso quiere decir que el capítulo está prácticamente terminado, faltando únicamente algunos detalles. Además, ya puedo empezar a agregar imágenes a la sección ya terminada. En eso me parezco a Alicia, que le dice a su hermana "what is the use of a book,... without pictures or conversation?" (Lewis Carroll, Alice in Wonderland). Mi tesis no tiene conversación, pero sí imágenes.

From Project Gutenberg's Alice's Adventures Under Ground, by Lewis Carroll
Y para muestra, un botón.

4 de agosto de 2011

Había una vez una princesa

Érase que se era... y así comienzan los cuentos con princesas, príncipes y brujas. Bueno, por lo menos así comenzaban los cuentos que yo leía de jovencita. Pero esta princesa en la que estoy pensando no es la prometida de Hans, Juan o Iván (no, no es casualidad que todos los cuentos folklóricos utilicen este nombre, aunque este no es el momento de discutir por qué Hans o Iván). La princesa en cuestión es la hija de un poderoso emir azote de la Cristiandad. También es hermana de un rey "coronado" a veces descrito como gigante.

Esta princesa ha sido motivo de muchos estudios por parte de medievalistas pues supone una alteración al arquetipo: por una parte, es la exótica princesa "oriental" que se siente seducida por el cristianismo (obviamente por el amor que siente hacia uno de los Pares de Francia). Gracias a su amor por Guy los cristianos prisioneros de su padre escapan de la prisión subterránea, oscura y salobre debido a las entradas del mar. Esta princesa no sólo les provee de alimentos y entretenimiento, también cura a uno de los caballeros con mandrágora (o algún otro menjurje que nos señala más las actividades de una bruja que las proclividades de una princesa). Por otra parte, esta princesa muestra rasgos viriles en su comportamiento.  Esta es la principal razón por la que nuestra princesa ha recibido atención académica.

¿Por qué digo que presenta rasgos viriles? Bueno, la princesa mata al carcelero con un mazo para poder rescatar a los prisioneros de su celda. Esta no es una actividad precisamente femenina, ni siquiera en términos de literatura medieval. Se puede argumentar que es esencialista definir a una mujer por esta acción, pero el hecho que use un mazo es por demás llamativo. En la literatura popular medieval los caballeros usan espadas, cuchillos y lanzas. Los peones (soldados de infantería, les llamaríamos en la actualidad) usan espadas, hachas o arcos y flechas. Pero mazos, sólo los gigantes. Esta princesa usa el arma normalmente asociada con los gigantes para matar al carcelero.

Sin embargo, la princesa no solamente asesina al carcelero durante la narración de la que les hablo. "Qué tanto es tantito", dicen en México. Pues sí, la princesa también causa la muerte de su dama. Digamos que, si bien no la mata activamente, la tira por la ventana desde la torre en donde están sus habitaciones. Esta no es, estarán de acuerdo, una actitud peculiarmente femenina. No obstante, la princesa está evitando que su dama vaya a avisarle al emir que los prisioneros cristianos han salido de la prisión. Se puede argumentar que nuestra princesa está defendiendo a los caballeros como si fueran sus cachorros y ella fuera una leona.

¿Por qué me interesa a mí esta princesa? No es porque sea una asesina. Tampoco es porque quiere ser armada (como si fuera un caballero) para defender la torre mientras los caballeros cristianos salen en busca de alimentos (sí, ya sé, todo un acto de travestismo). Me llama la atención que la princesa es descrita con casi pornográfico deleite en la mayoría de las versiones del texto que estoy estudiando... pero la versión en particular que analizo no tiene dicha descripción. Mi princesa es, pues, una doncella cuasi-cristiana desde el inicio de la narración (asesina sí, mentirosa sí, violenta también, pero una doncella total).

Bienvenidos a mi pesadilla...

3 de agosto de 2011

Por qué escribo cuando escribo

¿Por dónde comenzar a explicar mis razones para escribir? Quizá lo adecuado sería comenzar a reflexionar sobre mi muy temprana fascinación por las letras. Ojo, no confundir las letras con las Letras. Estas últimas son el resultado de sesudos esfuerzos de algunos cuantos, ciertos hombres y mujeres que llegan eventualmente a recibir el título de auctores. Yo no me refiero a esas letras, sino a las que forman las palabras. Esas son las que me fascinaron desde que yo tendría cinco años.

¿Por qué fascinación por las letras? Será porque soy disléxica, aunque eso no lo sabía entonces. De eso me dí cuenta hace relativamente poco. Pero las letras, como es evidente para los semiotistas y lingüistas, son pequeños objetos que significan algo más. Se vuelven sonidos y palabras, con los cuales nos comunicamos. Pero, como disléxica, los símbolos no son tan fijos como parecen. De allí mi fascinación.

Años más tarde, mientras me debatía sobre mi futuro relativamente próximo, me di cuenta que escribir había sido siempre algo que disfruto. No sólo por comunicarme con alguien, también para comunicarme conmigo misma. Entre las múltiples actividades extra-académicas que tenía yo (ballet clásico, dramaturgia, danza técnica Graham, guitarra clásica, poesía, tenis, esgrima, ensayo, dibujo, fotografía, traducción, modelaje artístico, etc.) se repetía una constante. Esa constante es la que me ha llevado de regreso a la academia y, eventualmente, a escribir y leer como profesión.

Este espacio es mi salvaguarda mental contra la esquizofrenia intelectual. Necesito escribir en español, porque necesito expresarme libremente, sin detenerme a pensar cuál es la palabra que se acerca más a lo que estoy pensando. Cuando escribo en inglés a menudo me encuentro mirando el firmamento, tratando de decidir si esa palabra o aquella serán más adecuadas o precisas. Este diario, que comparto con quien me quiera leer, es mi forma de no perderme a mí misma.