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12 de octubre de 2014

Querido papá

Hoy hace quince años que falleciste, ¿sabes? Por algo era que, a pesar de hacer muchas cosas en casa y calificar exámenes parciales de mis alumnos, hoy no quise salir. Por algo es que vuelvo a usar mi blog. Por algo, porque me haces falta.

Te pongo al día en mis cosas, porque hace mucho que no te platico nada. Espero que te acuerdes que terminé el doctorado y que ahora estoy haciendo una estancia pos-doctoral. La vida académica es mucho más difícil ahora que hace unos años, así que intento mantener el optimismo y la productividad aunque sé que las cosas no son fáciles. Te contaría detalles, pero no quiero preocuparte por las cosas que suceden aquí. Lo que sí puedo contarte es que recién mandé un artículo a una revista académica (con revisión ciega por pares y toda la cosa). También estoy empezando con las ideas para el libro, del que tengo algo así como un capítulo ya.

En otras cosas, pues tu nieta es una mujercita muy hermosa. Acaba de terminar sus estudios de cosmetología y piensa terminar la licenciatura, que dejó a medias. Aunque no está segura de qué quiere hacer con ella, creo que ha aprendido a no cerrarse las puertas.

También te puedo contar que mamá está muy bien, a pesar de que son 15 años de que no la ves. El médico le dijo que sí puede ir a México y está emocionada de que podamos ir las dos juntas, quizá en diciembre. De hecho, estoy pensando que podríamos ir Irene y yo, así se ven ellas.

Mi hermana, pues con muchos cambios en la vida, pero todos positivos. Sus historias son de ella para contarte, pero no puedo evitar decirte que está enloquecida de felicidad ahora que aprendió a bailar rock (como el de antes).

Si me preguntas, como siempre lo hiciste, qué he estado leyendo te cuento que leo Calila y Dimna. No, no creo que lo hayas leído. Es un libro originado en India, que llegó a Persia y de allí se diseminó hacia la España mora. Ya te cuento cuando lo termine, pero tengo la impresión que incluso las fábulas de Esopo tienen relación con este texto.

No, no he ido al cine. En eso me sigo pareciendo a ti, porque no me gusta ir al cine sola. Y, claro, tampoco es que tenga mucho tiempo para hacerlo. Supongo que tú tampoco has ido, porque en donde estés no creo que haya cines. ¿Hay libros?

22 de octubre de 2012

Material didáctico

La vida, creo yo, tiene que ver con hacer lo que uno desea desde lo más profundo de nuestro ser. ¿Qué es lo que yo siempre he querido hacer?

Primero que nada, quería ser madre. Desde niña disfrutaba enormemente pasar tiempo con niños pequeños. Recuerdo con gran cariño a la hija de nuestra vecina, en Aachen, que tendría casi dos años. Ese debe ser el primer momento en que supe que yo tendría que ser madre en algún momento.

Más o menos en esa misma época, yo soñaba con ser arquitecto. Esa es una larga historia que no terminó bien. Pero sigo usando mis aptitudes de concepción tridimensional para muchas cosas: hacer análisis geopolítico de la literatura que estudio, diseñar mis espacios vitales o navegar en la vida cotidiana.

Sin embargo, lo que me ha gustado siempre y no estaba del todo consciente de ello es enseñar y aprender. Anoche me pasé horas y horas planeando un curso de literatura ibérica, que contuviera textos escritos por mujeres, que mostrara la diversidad religiosa (las tres religiones mosáicas), cultural, política y lingüística (castellano, gallego, catalán/valenciano) de España. Sería maravilloso llegar a enseñar esa clase... y eso es lo que yo quisiera hacer para siempre, seguir sintiendo esta pasión por compartir con mis congéneres ideas, textos y sentimientos.

Y tú, que me estás leyendo en este momento, ¿qué es lo que más te gustaría estar haciendo?


20 de octubre de 2012

Los sueños de un académico

Louis Janmot, Poème de l'âme
Hace muchos años mi padre y yo hablábamos sobre los sueños, en ocasión de mi lectura de La interpretación de los sueños de Sigmund Freud. Él me comentó ese día que él no soñaba, a lo que yo le contesté que seguramente soñaba pero que no lo recordaba. Le expliqué lo que Freud decía sobre lo reprimido y lo dejé en eso. Unos días más tarde, mi padre me llamó por teléfono y me contó que recordaba haber tenido un sueño.

Yo suelo recordar los sueños, por lo menos por un rato. Luego se van desdibujando poco a poco de la memoria y, hacia el final del día, terminan desapareciendo totalmente. Aunque, últimamente, no quedan adheridos a mi piel por suficiente tiempo pues mi mente tiene que estar involucrada en otras cosas casi inmediatamente al despertar. Extrañamente hoy sucedió algo diferente: tuve una pesadilla y aún la recuerdo.

Estaba en un salón de clase, en algún lugar al que acababa de mudarme. Había tenido que guardar mi ropa (que llevaba en la cajuela de mi auto) en el clóset que estaba en el salón. Es decir, ese salón era como mi habitación también, pero no había los muebles habituales de un dormitorio sino bancas para los alumnos. Empecé a dar una clase, no puedo recordar si en inglés o en español (valga la aclaración, aunque yo creo que los sueños no son en un idioma en especial, sino están basados en conceptos). En eso, entró a mi salón mi asesora (aunque no se le parecía tanto) con su hija (será su hijastra, porque ella no tiene hijas) y me preguntó si entre mis cosas estaba el suéter de la niña. Pausé la clase un momento para buscar en mi cajón la mentada prenda y sí, ahí estaba.

Iba a seguir con la clase cuando entraron dos personas más al aula. Dos mujeres (que me recordaron a dos personas que trabajaban conmigo en el museo, hace unos años) que venían a ver qué pasaba con el viejo tocadiscos que estaba en ese cuarto. Tenía el cable cortado, dijeron, y debían llevárselo. De acuerdo, yo quería seguir dando mi clase. Que se lo llevaran y me dejaran con lo mío. Pero, al volver la cara hacia el pizarrón, me dí cuenta que en un rincón había una pareja con dos o tres niños (uno de ellos un bebé). Les pedí que salieran de allí, que estaba en la mitad de mi clase les dije. Pero él insistió que ese cuarto era un área común y que todos tenían derecho a estar allí...

y me desperté, angustiada. A mí me queda claro por qué soñé esto: la búsqueda laboral que sabemos todos nosotros que es difícil en una economía que no favorece la educación en las humanidades, la perspectiva de tener que mudarme a otro lugar, la ansiedad que me causa mi relación con mi asesora (a pesar de que sólo quería el suéter de la niña). Pero, me pregunto, mis compañeros que están en este mismo barco, ¿tendrán las mismas pesadillas?

12 de octubre de 2012

Una historia personal

Hoy no escribo sobre asuntos académicos que me preocupan, ni situaciones políticas que me rodean. Y, aunque Carol Hanish haya planteado que lo personal es político, en este caso es más bien un recuento de mis recuerdos.

Mañana se cumplen trece años de la muerte de mi padre. Digo, también se cumplen quinientos veinte años de la llegada de Colón y su tripulación a este continente, pero esa es otra historia que no nos ocupa hoy. En el momento que mi padre llegó al hospital sólo unos días antes de morir, tanto mi madre como yo sabíamos que las cosas no estaban bien. Evidentemente, porque mi padre llevaba muchos años sufriendo de Alzheimer's, su estado general era malo. El hecho es que tener esta demencia debida a un crecimiento proteínico en el cerebro también afecta el resto del cuerpo, no sólo la memoria como muchos piensan.

Así, cuando mi padre falleció, ciertamente fue un cierre casi gestáltico. Ese hombre cuya mente ya no estaba con nosotros terminaba de irse totalmente. Dejaba atrás a una viuda muy cansada por los últimos años de verlo deteriorarse cotidianamente,  dejaba a una hija que estaba en otro país, dejaba a una nieta a la que casi no conoció y me dejaba a mí (y al hijo que yo llevaba adentro en ese momento). Me queda claro que fue un momento de liberación extraño, pues mi madre y yo coincidimos inmediatamente en que era mejor que hubiera pasado. Mi padre no la estaba pasando bien.

A pesar de haber sido alguna forma de liberación de los males que él sufría, difícilmente pasa un día en que no piense en él. Mi padre era, ante todo, un hombre a quien le gustaba leer y pensar, era sociable y platicador, risueño e inteligente. Un melómano de corazón, con una fuerte preferencia por el jazz (el dixieland, específicamente) y la música "clásica". Un cinéfilo también, que disfrutaba de películas muy diversas: de Charlie Chaplin a Ingmar Bergman, Akira Kurosawa a Spike Lee. Pero, para mí que lo más notorio es que era un maestro, un educador.

Todos los días encuentro alguna cosa que me gustaría poder compartir con él, contarle de un libro que leí, una película que vi, discutir alguna idea que tuve. Si pudiera le preguntaría qué le parecen las oportunidades laborales que tengo, qué me recomendaría para escribir mi filosofía pedagógica de manera más contundente, qué opina de la situación de la educación superior en los Estados Unidos y en el mundo. Para mí, ese hombre que terminó de irse hace trece años, era alguien que me enseñó a pensar no sólo en mí sino en los que me rodean. Y sí... hoy lo sigo extrañando y lo seguiré extrañando hasta que yo pierda la capacidad de recordarlo.

1 de mayo de 2012

Un recuerdo entrañable

No me queda muy claro cómo funciona la memoria... o sí, pero lo que quiero decir es que no sé por qué en cierto momento nos acordamos de algo en particular. Hace un momento me acordé de los domingos de hace muchísimos años, en que iba a comer los domingos al restaurtante Trevi en la ciudad de México.


Este restaurante seguía en pie hasta hace un tiempo e imagino que ahí sigue (al parecer sí sigue). Está en la esquina de Colón, en frente a la Alameda. Muy cerca estaban el Hotel Regis y el Cine Regis, ambos desaparecidos en 1985 debido al temblor. Pero el Trevi no fue mayormente afectado.

El recuerdo que yo tengo de esos domingos es ir a comer allí, con mis padres y mi hermana. Justo afuera del restaurant había (y sigue habiendo) un puesto de periódicos en donde nos compraban a cada una un comic. Tengo la impresión que nos dejaban elegir qué comprar, pero no estoy tan segura. Lo que sí me queda clarísimo es que los leíamos ávidamente, para después intercambiar las revistas con dibujitos.

También recuerdo que servían Chaparritas, había fresas con crema y un mural de la fuente de Trevi. Bueno, eso de mural está por verse... pero recuerdo el lugar con mucha claridad. Supongo que íbamos porque era barato, porque era un lugar limpio, o porque estaba en el centro. La comida no era espectacular, porque la recordaría. Lo que sí recuerdo son los comics... y las chaparritas.

16 de marzo de 2012

Hoy, por ser...

no, no estoy cantando "Las mañanitas". Y la verdad, es que a mi papá no le gustaba mucho esa canción, así que para qué cantársela si en lugar de ello podría escuchar "St. James's Infirmary" que le gustaba tanto. A mí me hacía llorar cada vez que él la tocaba, no sé bien por qué. La versión vinculada al título fue grabada en el mismo año que mi padre nació, será por eso que tenía una relación especial con ella.

Mientras escucho blues en su honor, sé que también debería beber un whiskey (single malt, Glenfiddich de preferencia) para hacerle todos los honores a mi papá. Tendría que comerme un sandwich de salame o de jamón serrano, porque el whiskey solo no es una buena idea.

Acompañaría todo esto con una agradable charla sobre cine, normalmente iniciada con un "¿has visto alguna buena película últimamente?" Y seguramente se burlaría de mí, porque quiero ir a ver "Juan of the Dead" este fin de semana. O hablaríamos de literatura, de filosofía, de arte... pues eso es lo que definía mi relación con mi padre. Aunque también podríamos charlar sobre las cosas que me preocupan, las ideas que he tenido y desechado porque no es fácil hablar de esas cosas con muchas personas. Y sí, ese era mi padre... un hombre que disfrutaba de las cosas terrenas y también de las espirituales de una forma muy personal.

La verdad, lo único que sí hice hoy es comprarme un pantalón que contiene lino. Eso me trae a la memoria un viaje que hicimos toda la familia por Italia y fuimos a Bologna. Allí, mi papá entró a una tienda de trajes de lino y quería que yo le ayudara a elegir uno (porque además de todo, yo era su "asesora" para esas cosas). Lamentablemente no pude ayudarlo, pues descubrimos que soy alérgica al lino puro (o al lino en grandes cantidades). Al final, se compró un saco de lino color azul claro que no le quedaba demasiado bien (el color no era el más adecuado para él), alguien más se lo eligió.

Cada quién tiene recuerdos diferentes de las personas. Seguramente mi hermana contaría otro tipo de historia acerca de este hombre que, para mí, fue tan esencial. Heredé (o aprendí) de él a preferir zapatos de buena calidad, en lugar de zapatos baratos que terminan lastimando; a dedicar horas a la lectura y a la ensoñación, aunque a veces hay que recortar esos tiempos; a llamarle a los amigos sólo porque sí, para ver cómo están. Sin duda, lo más importante que aprendí de él es que la vida dura demasiado poco para desperdiciarla en cosas que no nos gustan.

Lástima que no me duró mucho mi padre... o no me duró lo suficiente. Hace ya doce años que se fue y estuvo cerca de ocho años padeciendo de Alzheimer's (y "padeciendo" es la palabra más adecuada, porque estuvo consciente del deterioro hasta avanzada la enfermedad). Es decir, hace casi veinte años que lo empecé a perder y, sin embargo, sigue estando junto a mí y en mi memoria.

ʻoseh shalom bimromav
hu yaʻase shalom ʻalenu
v'ʻal kol  yisra'el, v'ʼimru amen

18 de diciembre de 2011

Interrumpimos esta pausa....

porque la reflexión sobre la muerte es siempre intensa y requiere un espacio y un momento. Ayer falleció Cesária Évora. No la conocí personalmente, hubiera sido un placer y un honor haberlo hecho aunque nunca sucedió. De hecho, tampoco la vi en vivo. Sin embargo, su música marcó mi vida en diferentes momentos y sólo pensar en su voz me causa escalofríos.

Esta es su visión de su pequeño país. Escúchala, disfruta el video, esta mujer ya no está con nosotros pero aún podemos sentir su presencia.

Ahora, de regreso a mi pausa invernal, a seguir trabajando en mi disertación.

8 de noviembre de 2011

Altar de muertos

He estado pensando que nunca es tarde para hacerlo... así que este es mi altar de muertos, una tradición mexicana para celebrar a nuestros seres queridos que ya no están con nosotros.
A mi abuela Ángela, madre de mi madre, le gustaba la Jota o eso se decía. Así que le dejamos una en este altar. Y luego sigue mi abuelo... y mis tíos.
De izquierda a derecha, mi abuela Ángela, mi tío Fidel, mi padre, la primera esposa de mi tío José, mi abuelo Jaime, Mario Streji (el mejor amigo de mi padre) y su esposa Nélida, mi tía Poye y mi madre. Esto fue el día de la boda de mis padres. A mis tíos Fidel y José, hermanos de mi padre, les encantaban los chistes, pero no puedo ponerlos en este altar. A mi padre sí le he puesto una de sus canciones favoritas de Dixieland.
Esta es mi tía Milda, esposa de mi tío Rodolfo. De ella tengo muy recientes recuerdos, pues hace poco se fue.
Estos son mis abuelos Betty y Simón, padres de mi padre. Esto es el viaje de luna de miel cuando se casaron. Ya sé que es frivolidad pura, pero vean los hermosos zapatos de mi abuela.
Este es el único recuerdo de mi hijo, Axel, que ya van a hacer 12 años que se fue. Y como no sé qué le hubiera gustado, sólo le dejo mis pensamientos.
Esta es mi tía Gladys (de cariño, mucho cariño), que falleció recién este año víctima del cáncer. A ella le hubiera gustado un gato o un perro, pues les tenía verdadera adoración.
Esta es mi amiga Dora, con su hijita Anita. Ayer Dora dejó de compartir el planeta con nosotros... víctima del cáncer.
Este es mi adoradísimo amigo Francisco, también falleció víctima del cáncer, ya hace algunos años. Lo extraño horrores, como se han de imaginar.
Y mi amigo Luis, a quien recuerdo con muchísima frecuencia.
El querido Juan Manuel, abuelo de mi hija. En esta foto con algunos alumnos de él... y aquí no cabe duda de que es el padre de su hijo... digo yo.
El buen Rigo... que también se nos adelantó. Y con él dejemos mi altar de muertos, aunque me quedan todavía unos cuantos amigos que incluir.

Vámonos con una calaverita literaria que me hallé por ahí:

"Al fin que pa' morir nacimos
llegó la flaca y de un jalón
y nosotros ya la hicimos
vamonos para el panteón".

13 de octubre de 2011

¿En dónde se esconde el conde?

bajo la mesa...
y ¿qué come?
milanesa...

Este es un recuerdo privado, casi íntimo de mi padre tratando de que yo terminara de comer la milanesa que estaba en mi plato. ¿Por qué no comía yo entonces? No sé, por cualquier cantidad de razones válidas o no, pero mi padre intentaba hacerme comer un bocado cada vez que decía eso de "milanesa..."

También recuerdo haber visto "Las amargas lágrimas de Petra von Kant" (1972, Dir. Rainer Werner Fassbinder) con él en el Goethe Institut cuando yo tendría 15 o 16 años. Y en ese mismo baúl de recuerdos encuentro imágenes de mi padre y yo en la librería El Ágora, comprando libros (muchos libros, pues es tradición en mi familia ahorrar en muchas cosas, pero no en libros)... o charlando con Alfredo Taine, que era dueño de la librería.

Algunas veces lo acompañé a mi papá cuando iba a tocar un "palomazo" con el Cuarteto Mexicano de Jazz. Creo que mi recuerdo más vivo es a finales de 1984, que tocaron en el restaurant Cluny, particularmente St. James Infirmary como la tocaron esa vez. Las lágrimas rodaban por mis mejillas, no sé por qué, pero esa pieza me tocó el alma... para siempre.

Mi padre y mi abuelo Simón, enero de 1945.
Hoy otra vez corren mis lágrimas porque, no importa cuántos años pasen, yo extraño mucho a mi padre. Lo que no daría yo por tener dos horas a su lado y contarle las cosas que han pasado en estos doce años (justo ayer), las decisiones que tomé y las que evité tomar, platicarle qué películas he visto recientemente o cuáles libros están en mi lista para leer cuando termine la tesis doctoral.

Por lo menos, la condesa no se esconde... y recuerda muchas cosas.