12 de octubre de 2012

Una historia personal

Hoy no escribo sobre asuntos académicos que me preocupan, ni situaciones políticas que me rodean. Y, aunque Carol Hanish haya planteado que lo personal es político, en este caso es más bien un recuento de mis recuerdos.

Mañana se cumplen trece años de la muerte de mi padre. Digo, también se cumplen quinientos veinte años de la llegada de Colón y su tripulación a este continente, pero esa es otra historia que no nos ocupa hoy. En el momento que mi padre llegó al hospital sólo unos días antes de morir, tanto mi madre como yo sabíamos que las cosas no estaban bien. Evidentemente, porque mi padre llevaba muchos años sufriendo de Alzheimer's, su estado general era malo. El hecho es que tener esta demencia debida a un crecimiento proteínico en el cerebro también afecta el resto del cuerpo, no sólo la memoria como muchos piensan.

Así, cuando mi padre falleció, ciertamente fue un cierre casi gestáltico. Ese hombre cuya mente ya no estaba con nosotros terminaba de irse totalmente. Dejaba atrás a una viuda muy cansada por los últimos años de verlo deteriorarse cotidianamente,  dejaba a una hija que estaba en otro país, dejaba a una nieta a la que casi no conoció y me dejaba a mí (y al hijo que yo llevaba adentro en ese momento). Me queda claro que fue un momento de liberación extraño, pues mi madre y yo coincidimos inmediatamente en que era mejor que hubiera pasado. Mi padre no la estaba pasando bien.

A pesar de haber sido alguna forma de liberación de los males que él sufría, difícilmente pasa un día en que no piense en él. Mi padre era, ante todo, un hombre a quien le gustaba leer y pensar, era sociable y platicador, risueño e inteligente. Un melómano de corazón, con una fuerte preferencia por el jazz (el dixieland, específicamente) y la música "clásica". Un cinéfilo también, que disfrutaba de películas muy diversas: de Charlie Chaplin a Ingmar Bergman, Akira Kurosawa a Spike Lee. Pero, para mí que lo más notorio es que era un maestro, un educador.

Todos los días encuentro alguna cosa que me gustaría poder compartir con él, contarle de un libro que leí, una película que vi, discutir alguna idea que tuve. Si pudiera le preguntaría qué le parecen las oportunidades laborales que tengo, qué me recomendaría para escribir mi filosofía pedagógica de manera más contundente, qué opina de la situación de la educación superior en los Estados Unidos y en el mundo. Para mí, ese hombre que terminó de irse hace trece años, era alguien que me enseñó a pensar no sólo en mí sino en los que me rodean. Y sí... hoy lo sigo extrañando y lo seguiré extrañando hasta que yo pierda la capacidad de recordarlo.

1 comentario:

Bigote de León dijo...

((((( suspiro )))))
alguna vez pensaste la coincidencia con el 16 de octubre de 2008, infarto Mutti?