Hace un tiempo escribí sobre la situación laboral en la academia. Más o menos un año después me vuelvo a encontrar de frente a las listas de empleos. Esta vez incluso escribí los modelos de las cartas de solicitud. Es más, adapté la carta para un puesto en específico. Y ya la mandé...
Me siento inquieta ahora, sé que estas cosas tardan tiempo. Desde luego que me temo lo peor, pero una partecita de mi corazón desea que funcione. Lo mismo desean mis compañeros que también están listos para este proceso. Quieren encontrar un puesto de enseñanza y alcanzar sus sueños. No suena como algo difícil, pero con las condiciones económicas en este momento muchos de nosotros podríamos llegar a encontrarnos sin empleo muy próximamente.
Este proceso puede verse, como dice el dicho, como un vaso medio lleno o uno medio vacío. Todo es cuestión de perspectiva. Por una parte, es un aprendizaje importante hacer las cartas de solicitud, la recopilación de materiales de enseñanza utilizados en el pasado, las juntas con los profesores que pueden escribirle a uno cartas de recomendación. Y, en ese mismo orden de ideas, también se puede aprender a colaborar con los compañeros para revisarnos los materiales y darnos consejos, apoyarnos los unos a los otros. Sin embargo, por otra parte, es un proceso que causa sentimientos negativos. Hay pocos puestos y muchos candidatos, por los que la famosa solidaridad que me parece tan ideal queda en eso, un ideal. La competencia puede llegar a ser brutal, aunque las áreas de especialización de cada quien sean tan únicas.
Yo decido quedarme con lo positivo de esta experiencia: aprendo a ser una mejor persona, una mejor colega, una mejor académica si logro estar más allá de los celos y las envidias, los temores y las rencillas. Los resultados ya se sabrán... mientras tanto, aquí sigo.
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