Karl Steel acaba de publicar, en uno de los blogs que sigo, una entrada que ha servido para que yo vuelva a pensar en asuntos monstruosos. Se refiere a Bisclavret, el lai de María de Francia (si no conoces el texto, puedes leer un resumen del argumento aquí). Lo llamativo es que había yo estado pensando en incluir este texto de alguna manera en el curso de verano que daré próximamente, aunque fuera sólo como referencia para hablar de Arturo y Gorlagon.
(No, mi curso no es sobre criaturas monstruosas. Aunque algunos de mis alumnos quisieran que yo diera esa clase, decidí después de mucho pensarlo que no era lo más adecuado.)
Simultáneamente, fuera del ámbito académico, descubrí una serie televisiva llamada Grimm (gracias a que una profesora muy querida me comentó que seguramente me gustaría). Así, entre Bisclavret, Gorlagon y las criaturas en Grimm me encuentro en la necesidad de decir una obviedad ya dicha muchas veces en la academia. Las metamorfosis de estos seres, algunos de ellos considerados hombres lobo pero también otros que se transforman en ratones, serpientes u osos, son una clara indicación de su identidad. Aunque ya me había referido parcialmente a algunas de estas historias en esta entrada y en ésta, lo hice en relación a los vampiros. Hoy me interesa hablar de otro elemento más.
El caso del lai de María de Francia ha sido muy discutido en ese respecto. La transformación casi permanente del caballero pone en evidencia su más profundo ser: es un vasallo digno de un lugar especial debido a la lealtad por su señor feudal. El caso del hombre lobo en Gorlagon es similar, cuando el hombre se vuelve lobo muestra claramente cuáles son sus mayores virtudes... aunque a veces la violencia puede ser extrema.
Ahora bien, siete siglos después nos siguen fascinando las criaturas que se modifican (a veces a voluntad, otras debido a la influencia de factores externos, como la luna llena) y se vuelven monstruosas. Evidencia de ello es Twilight y sus sucedáneos, escrito por Stephenie Meyer. En esta serie de textos, si bien el vampiro tiene un papel predominante, el hombre-lobo no se queda atrás. Asimismo, Grimm muestra una gran cantidad de seres que se transforman, por ello es particularmente relevante para hablar de identidad. Las características del animal del que estos seres toman atributos están relacionadas con quiénes son, cómo se comportan incluso cuando no están en la fase "animal" de su vida. La pregunta que queda hacerse es, cómo definir entonces la identidad.
Quizá esa serie de atributos, comportamientos, actitudes e, incluso, características físicas sean las marcas más esenciales de la identidad. Pero lo llamativo es que ni Bisclavret, Gorlagon o Grimm consideran elementos de clase o posición social, identidad racial o étnica, preferencias sexuales y otros determinantes para hablar de identidad. Aunque valiera la pena distinguir a los osos, del episodio "Bears Will Be Bears", pues hay de alguna manera una referencia de clase. Sin embargo, no podemos decir lo mismo de Twilight pues la diferencia entre vampiros y hombres lobo no es sólo de apariencia física, es profundamente racial: los lobos pertenecen a los quileute, habitantes de una reservación india en el estado de Washignton.
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